Cine Urgente. Centros de detención

Sección Temática | 7° edición

Sección Cine Urgente. Centros de detención

Necesidad y urgencia. Estado de emergencia. Son conceptos jurídicos que habilitan poderes extraordinarios de los Estados y que justifican la restricción de derechos. Pero en las sociedades contemporáneas basadas en la exclusión grandes poblaciones viven de hecho en estado de emergencia. Con menos derechos. O directamente sin derechos. Villas de emergencia. Campos de refugiados. Centros de detención. Modalidades de la privación de derechos en los contemporáneos estados de derecho. Siempre habrá un operador del derecho que justifique ese plus de poder.

Las personas y las comunidades migran. Huyen de la opresión directa. O buscan otros lugares para vivir mejor. El derecho internacional y nacional tiene que basarse en la idea de la hospitalidad. Así fue en la Argentina, cuya constitución histórica se abría generosamente a la inmigración. Hasta que ésta se produjo y se activó la reacción racista.

El racismo siempre está latente. Y hasta puede concretarse en reglas, instituciones. Hospitalidad significa: apertura hacia el otro, el extranjero, el extraño, al que viene de otro lugar. Ya se sabe la obviedad: circulan las mercancías, no las personas (salvo que éstas, dadas las circunstancias, sean la fuerza de trabajo que alguien necesita comprar). El cine viaja y es recibido. Las personas y las comunidades menos. De ahí la idea del barco como museo y los inmigrantes latinoamericanos como obra de arte. Parece más fácil que los Estados permitan la entrada de obras de arte que de personas y comunidades.

Hasta que la obra de arte sea lo suficientemente disruptiva y surge el deseo y la realidad de la persecución y la censura. Conocemos el mito filosófico: escribir lo fundamental entre líneas porque la persecución es inevitable.

Horacio Corti

Defensor General de la CABA

Comencé a trabajar en el cine de la mano de la urgencia. Si bien el cine había sido parte de mi vida siempre, una pasión nocturna que mi madre tenía y que me compartía día a día, la urgencia de su despedida me llevó al cine. Y así como el cine había sido parte de mi vida siempre, la discusión sobre arte y política había atravesado la mayor parte de mis acciones y reflexiones de adolescencia ¿Hay hechos no políticos? El desafío de mi primer trabajo tuvo que ver con esto, con poner en ‘valor’, salir al calor de la discusión acerca de arte como intervención política, del cine como intervención política. Dar espacio, preservar, mostrar y exhibir aquel cine que había sido considerado menor por su carácter explícitamente político. Aquello que se llamó en Argentina, ‘cine militante’ y que encontraba en la década del 60 y del 70 a muchos de sus exponentes.

La crisis del 2001 había vuelto a poner a los cineastas, a los ‘artistas’, y a todxs en la calle. Un hito en la historia que era necesario de comprender y de recorrer. Múltiples colectivos, grupos e individualidades comenzaron a filmar y a reconocer en sus modos y objetivos los trazos delineados por aquel cine de décadas pasadas, el cual explícitamente dotaba al cine de su componente político, de intervención en la intención de lograr con él una transformación social. Una herramienta fluída, con recursos económicos escasos, que pondera la necesaria intervención en el aquí y ahora, el diálogo con la realidad social. El cine como arma.

La instalación de un centro de detención para migrantes en Argentina hoy es una nueva excusa para realizar un apartado cinematográfico de películas que han sido parte de ediciones pasadas y que hoy recobran vital importancia. Espacios de control, centros clandestinos de detención, centros de deportación, cárceles de migrantes, campos de concentración, no lugares donde no hay personas, donde no hay derechos. Excusas para apartar, estigmatizar, reprimir y controlar. Excusas para demarcar quiénes son y quiénes no son para el sistema. Y ese no ser, se hace real al mismo momento de ser necesario ocultar tras un espacio enrejado, apartado de la ciudad, invisibilizado. Dentro de allí todo es posible porque la subjetividad del no ser es lo primero que se instala.

En estos 7 años pasados nos conmovía al punto de la rabia cada vez que exhibíamos películas sobre estos edificios del terror. Hoy parece que somos parte de ese terror de un Estado que promueve la represión a la diferencia, el control a la población. Recuperando entonces la necesaria intervención, la urgencia de los hechos convierte una vez más al cine en nuestra arma porque ningún muro nos detendrá.

FLORENCIA MAZZADI

Directora CineMigrante