CINEMIGRANTE · Festival Internacional de Cine y Formación en Derechos Humanos de las Personas Migrantes · 2024
Me gustaría agradecer a ‘CineMigrante’ por organizar este homenaje a Sarah Maldoror.
Definitivamente esta es una gran oportunidad para que compartamos algunas de las grandes lecciones que mi querida madre Sarah Maldoror impartió en mi hermana y en mi a través de los años.
Sin embargo, debo decir que en mi adolescencia, la excentricidad de Sarah me molestaba… el hecho de que llevara un gran afro, jeans y botas y que atendiera el teléfono hasta mediados de los ‘70, diciendo “¿Listo para la Revolución?”.
Me parecía extraño. Le pregunté muchas veces por qué no podía ser más normal y trabajar en la panadería del barrio.
Hasta que un día me ayudó con un pequeño ensayo que leí delante de mi clase, ¡por el cual me hizo obtener un sobresaliente! Quedó claro que no sólo era una verdadera poeta, sino también que su naturaleza excéntrica era envidiada por todos mis amigos. Ella era moderna, adelantada a su tiempo.
Al reflexionar sobre el pasado, veo que siempre nos consideró a mi hermana y a mí como individuos. Este es un tema difícil de tratar cuando eres un niñ/. Ahora, como persona adulta, la aprecio aún más.
Así que aquí estamos, me piden que hable de nuestra madre, una mujer que nos introdujo en las enseñanzas de Mao Tsé Tung y con quien descubrimos a Jesús en el escenario durante la obra “Jesucristo Super Estrella”.
¿Puedes creer que todo esto sucedió incluso mucho antes de que escucháramos sobre Cenicienta?
Pero para mí, Sarah es la definición pura del eslogan “A luta continua”.
No sólo tenía la sensibilidad y la honestidad para vivir de acuerdo a estas palabras hasta el último día; este credo fue ilustrado en sus películas, en las que puso descaradamente en primer plano la voz de los oprimidos. Sólo espero que sus obras y creencias vivan por mucho tiempo y otras puedan ser inspiradas por la forma en la que vivió y luchó durante toda su vida.
Gracias a todos.
Henda Ducados
Esta itinerancia a Buenos Aires de la primera retrospectiva internacional dedicada a Sarah Maldoror (Gers, Francia, 1929) redescubre el trabajo de una cineasta esencial pero desconocida, pese a su enorme compromiso con el movimiento decolonial y las luchas por la diversidad social desde 1960. Nacida como Sarah Ducados de padre antillano y madre francesa, toma el nombre artístico de Maldoror en homenaje a Los cantos de Maldoror de Lautréamont, poeta admirado por los surrealistas. Tal gesto busca revitalizar el surrealismo desde los postulados de la negritud, movimiento artístico, social y político del que será una extraordinaria intérprete. Su obra responde tanto a la búsqueda de una forma poética con la que expresar una identidad alternativa, así como la promesa de una sociedad futura que ofrece la nueva cultura negra surgida del anticolonialismo y del panafricanismo durante los años 1960.
El teatro está en los orígenes de su manera de concebir el cine, ya que en él es fundamental la dimensión teatral, y en particular la cualidad oral y performativa de las artes escénicas. A finales de la década de 1950 funda y preside Les griots [Los trovadores], primera compañía dramática en Francia integrada únicamente por actores africanos y afrocaribeños. Esta compañía produjo la obra de Jean Genet Les Nègres [Los negros], con dirección de Roger Blin.
En 1961 marcha a Moscú a estudiar cine. Allí coincide con Ousmane Sembène, gran cineasta senegalés, y comienza a trabajar en montajes dinámicos y sincopados sobre ritmos de jazz y música negra. A su vuelta a Francia, Maldoror se incorpora a la lucha de los movimientos de emancipación africanos, acompañando con sus películas los ensayos de Amílcar y Luis Cabral o Joaquim y Mario de Andrade. La denuncia del sistema colonialista es el tema principal de sus películas más conocidas, como Monangambée, Sambizanga y La battaglia di Algeri [La batalla de Argel], en la que colabora como asistente de dirección de Gillo Pontecorvo.
Estos filmes, rodados en Argelia y Congo durante el clímax de las revueltas anticoloniales, denuncian la represión de los pueblos y el uso de la tortura contra la guerrilla, con una visión antirracista y feminista de la emancipación que es propia de la cineasta. Su obra tiene un firme compromiso político, si bien está tan alejada de la propaganda que el propio gobierno revolucionario de Argelia considera su primer largometraje, Des fusils pour Banta, demasiado ambiguo y lo secuestra, extraviando la película hasta el día de hoy. La ilusionante promesa de una sociedad sin tutelas occidentales marca el camino hacia una nueva línea de trabajo, en la que explora la identidad africana a través de sus fiestas y carnavales. Así, colabora con William Klein en el enorme fresco de 1969 Festival panafricain d’Alger [Festival panafricano de Argel], donde muestra los carnavales de Cabo Verde y Guinea Bissau.
Tras este periodo más combativo, Maldoror se aproxima a la negritud como poética de la diferencia. Basado en el panafricanismo, en el anticolonialismo y en la síntesis entre marxismo y surrealismo, la negritud es un movimiento cultural fundado por los poetas Aimé Cesaire (Martinica, 1913-2018), Leopold Senghor (Senegal, 1906-2001) y Leon G. Damas (Francia, 1912-1978), de tan determinante influencia en Sarah Maldoror que su cine podría definirse como una traducción a imágenes y sonidos de la poesía de los tres escritores, un manifiesto visual de la negritud que se concreta en la consideración de la identidad como fruto de la relación, la constante presencia de la oralidad y de la palabra poética, y el ritmo frenético de una música de gran sonoridad. Así sucede en los retratos fílmicos de Cesaire, Senghor y Damas, y de varias mujeres negras artistas, pero también en la búsqueda de un cine de ficción popular y antirracista para la televisión francesa –Un dessert pour Constance o Scala Milan A. C.– en el que desmonta con humor los estereotipos culturales y nacionales.
Chema González
Sarah Maldoror estaba encantada con esta iniciativa de CineMigrante. Le hubiera encantado visitar Buenos Aires. Una ciudad que no conocía, una doble razón para saltar a bordo del avión. A Sarah la movía la curiosidad. El descubrir nuevos autores, artistas, nuevos horizontes; todo era un posible tema de descubrimiento, de aprendizaje y ¿por qué no? de ser película. Es en este estado de ánimo que realizó en una noche en la Ciudad de México la película sobre el pintor ruso-mexicano Vlady (1989). Un artista que cubre las paredes de una iglesia, devenida en biblioteca, con murales sobre todas las revoluciones. En Bogotá, después de él presentarle a Ana Mercedes Hoyos, la complicidad entre ellas nacería casi inmediatamente. Surgió así una película (2008). Ellas conversaron con sus ojos, sus manos, sus risas, porque ninguna de ellas hablaba ni francés ni español. Sarah realizó tres películas en América Latina. Acabamos de descubrir los negativos de Naissance d’un État (Nacimiento de un Estado), filmada en 1974 en Panamá. Una última sorpresa dejada por Sarah, una película nunca antes vista que esperamos poder restaurar. Mi hermana Henda y yo hemos estado trabajando durante varios años en un largo proyecto de búsqueda de copias, recuperación de derechos y restauración, con el objetivo de reunir y dar vida a la obra de nuestra madre.
Amante de las artes, poetisa-madre y cineasta, Sarah era todas esas cosas a la vez. Ella eligió el nombre artístico de Maldoror en homenaje al poeta surrealista Lautréamont. Toda su vida, sus actos y sus elecciones fueron un eco de ese primer gesto.
Sarah eligió el cine para compartir la cultura negra y a sus autores. Añadió “nosotros somos responsables, no hay nadie más a quien culpar. ¡Depende de nosotros contar nuestras propias historias!”. En palabras de Mao Tse Toung, que solía repetirnos cuando éramos niñas, “Debes ser autosuficiente”. Me gustaría añadir: “¡nunca te quejes, levántate y sigue adelante!”.
Habrá dirigido 41 películas (excepto que nos encontremos con otras sorpresas), escrito más de 20 proyectos, y ha tenido incluso una copia de la película secuestrada que no perdemos la esperanza de encontrar. Esta película, Des fusils pour Banta (1970) es su primer largometraje después de un difícil rodaje en el maquis en Guinea-Bissau y, tras una disputa con los patrocinadores argelinos, tuvo que abandonar la copia y salir de Argelia en 48 horas. Otros cineastas se habrían desanimado. Sarah, no. Ella continuó, de frente. Ella dijo en su última entrevista concedida a RFI (Radio Francia Internacional), el pasado noviembre “Fue un bache en el camino, no soy la única que ha sido expulsada de Argelia, ¿y qué?”
Su forma de ser en todas las circunstancias y su convicción de lo que es correcto la dejó sin tiempo para arrepentirse.
Sarah se acercó a esta retrospectiva iniciada por el Museo Reina Sofía (la primera realizada sobre su obra, en su presencia) con humildad, no es tanto su trabajo de lo que quería hablar, sino de la necesidad de abrirse al otro, para despertar la curiosidad de los niños pequeños, el gusto por la lectura y por ir al cine.
Gracias a Flor Mazzadi por mantener vivo el recuerdo de Sarah, una mujer libre, poética y comprometida, al igual que el Festival CineMigrante.
Annouchka de Andrade
Sarah Maldoror, nacida con el apellido Ducados de padre antillano y madre francesa, fue una cineasta clave en los movimientos de descolonización africanos de las décadas de 1960 y 1970. Más adelante su cine buscará ser la expresión poética del movimiento intelectual y artístico de la Negritud, puente entre el surrealismo de pre y posguerra. En su última etapa, desmontará las identidades esencialistas con una mirada crítica a la Francia -y Europa- contemporánea a través de un cine popular basado en la ética de la diferencia.
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